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domingo, 29 de noviembre de 2009

El Capital de Carlos Marx

EL CAPITAL

SECCIÓN PRIMERA: MERCANCÍA Y MONEDA

Pocas obras en la historia de la humanidad han sido motivo de polémica permanente y traducidas a tantos idiomas por su impacto en la vida diaria del hombre. Es el Capital una de aquellas obras en las que tal vez, sin proponérselo, Carlos Marx dejó un legado de conocimientos empíricos unos, y científicos otros, que han sido interpretados repetidas veces durante más de un siglo y que hoy, ante el aparente fracaso del capitalismo como sistema económico, incapaz de solucionar los más elementales problemas de la humanidad, pareciera estar de regreso. Es tal la cantidad de obras impresas del Capital que a partir de 1.946 en el pasado siglo, el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú comenzó a registrar las variantes de las distintas ediciones originales de la obra y los trabajos materiales preparatorios, muchos de ellos aún inéditos, que le sirvieron de base con el fin de rescatar lo verdaderamente científico .

Es necesario advertir entonces, que las traducciones e interpretaciones filosóficas de Marx han estado impregnadas de ideologías y de apasionamientos extremos y por lo tanto en no pocos casos, las exageraciones e inexactitudes juegan papel definitivo en las diferentes versiones sobre el mismo tema. Es claro si, que las teorías expuestas en esta obra, profundizaron y aún mantienen la lucha de clases en torno a los elementos esenciales de la discusión, valga decir, la tierra, el trabajo y el capital. Aunque Carlos Marx fue quien más claramente demostró que el sobre trabajo no pagado del trabajador manual o intelectual constituye la plusvalía o los provechos del capital, sin embargo, ya otros economistas habían indicado vagamente el hecho. Así por ejemplo, dijo Ricardo: “el valor entero de los artículos del colono y del manufacturero se divide en dos porciones solas; una la constituyen los provechos del capital, mientras que la otra está consagrada en el salario de los obreros”. Si un fabricante da siempre sus mercancías por la misma suma de dinero, por 1.000 libras, por ejemplo, sus provechos dependerán del precio del trabajo necesario para su fabricación. Serán menores entonces, con salarios de 800 libras que con salarios de 600. A medida que los salarios se eleven, por simple lógica, los provechos disminuirán” .

Smith también dijo sobre el asunto: “En el estado primitivo que precede a la apropiación de las tierras y a la acumulación de los capitales, el producto entero del trabajo pertenece al obrero. No hay propietario ni dueño con quien deba repartir” (La Riqueza de la Naciones). Si este estado hubiera continuado, el salario o la recompensa natural del trabajo habría aumentado a medida que sus facultades productivas hubiesen adquirido todos los mejoramientos que engendra hoy la división del trabajo .

Say define al obrero como “el que alquila su capacidad industrial o vende su trabajo y por consiguiente, renuncia a sus provechos industriales por un salario” (Tratado de Economía política) . Por conveniencia metodológica y cronológica de este Seminario, por ahora nos dedicaremos a hablar con la mayor claridad posible de los asuntos tratados en los tres primeros capítulos de la sección primera: la mercancía y la moneda.

CAPÍTULO PRIMERO

LA MERCANCÍA: Es el objeto que en lugar de ser consumido por el productor, se destina al cambio o a la venta, es la forma elemental de la riqueza de las sociedades en que impera el régimen de producción capitalista. La mercancía es, en primer lugar, un objeto, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. Así pues, el punto de partida de nuestra discusión debe ser el análisis de la mercancía.

Si consideramos dos objetos, por ejemplo una lámpara y una cantidad definida de sal, merced a sus cualidades particulares, cada uno de esos objetos son útiles al hombre que los requiere. Así entonces, para transformarse un objeto en mercancía, debe ser en primer término, una cosa útil que ayude a satisfacer necesidades humanas de cualquier especie. La utilidad de una cosa que depende de sus cualidades naturales y aparece en su uso o consumo, hace de ella un valor de uso. Destinado por quien lo forja a satisfacer las necesidades o las conveniencias de otros individuos, el productor lo entrega a la persona que le es útil, a quien desea usarlo, a cambio de otro objeto y por este acto se trueca en mercancía. La proporción variable en que las mercancías de especie diferente se cambian entre sí, constituye su valor de cambio. Esto nos lleva a determinar la verdadera substancia del valor. Para comprender mejor este concepto consideremos la relación de cambio entre dos mercancías: una lámpara de porcelana sencilla igual a cincuenta libras de sal. Esto quiere decir que en esos dos objetos distintos, lámpara y sal, hay algo en común. Este algo no puede ser una propiedad natural de las mercancías, ya que no se tienen en cuenta sus cualidades naturales sino en cuanto les dan una utilidad que las convierte en valores de uso. En su cambio - y esto es lo que caracteriza la relación de cambio- no se tiene en cuenta su utilidad respectiva y sólo se considera si se encuentran respectivamente en cantidad adecuada. Como valores de uso, las mercancías son, ante todo, de cualidad distinta, pero como valores de cambio, sólo pueden ser diferentes en cantidad. Si se prescinde de las propiedades naturales - del valor de uso de las mercancías - sólo les queda una cualidad: la de ser productos del trabajo.

En este sentido, puesto que en una cama, una casa, un bulto de sal, debemos hacer prescindir de la utilidad respectiva de tales objetos, de su forma útil particular, no tenemos para que preocuparnos del trabajo productivo especial del carpintero, del albañil, del minero, que les han dado esa forma particular. Abstrayendo así de esos trabajos su fisonomía propia, sólo nos queda su carácter común y desde ese momento todos quedan reducidos a un gasto de fuerza humana de trabajo, es decir, a un desgaste del organismo del hombre, si relación con la forma particular en que se ha gastado esa fuerza.

Resultantes de un gasto de fuerza humana en general, muestras del mismo trabajo indistinto, las mercancías revelan solamente que en su producción se ha gastado una fuerza de trabajo. Dicho de otro modo: que en ellas se ha acumulado trabajo. Las mercancías son valores en tanto que son materialización de ese trabajo, sin analizar su forma. Lo que se observa de común en la relación de cambio o en el valor de cambio de las mercancías es su valor, y de eso trataremos a continuación.

MAGNITUD DEL VALOR, TIEMPO DE TRABAJO SOCIALMENTE NECESARIO.

Del análisis anterior podemos ahora decir que la substancia del valor es el trabajo. La medida de la cantidad del valor es la cantidad de trabajo, que a su vez se mide por la duración, o sea por el tiempo del trabajo. El tiempo de trabajo que determina el valor de un producto es el tiempo socialmente necesario para producirlo, o mejor, el tiempo necesario, no en un caso particular, sino considerado como término medio, esto es, el tiempo que exige un trabajo ejecutado conforme el grado medio de habilidad y de intensidad y en las condiciones ordinarias con respecto al medio social convenido.

La magnitud del valor de una mercancía no sufriría alteración si el tiempo necesario para producirla continuara siendo el mismo; pero esta varía cada vez que se modifica la productividad del trabajo, es decir, con cada alteración que se introduce en la actividad de los procedimientos o de las condiciones exteriores en que se manifiesta la fuerza del trabajo. La productividad pues, del trabajo, depende entre otras cosas, de la habilidad media de los trabajadores, de la amplitud y eficacia de los medios de producir y de circunstancias exclusivamente naturales; por ejemplo, la misma cantidad de trabajo está representada en una lámpara de porcelana sencilla si las condiciones han sido favorables y en media lámpara en caso contrario.

Por regla general, si la productividad del trabajo aumenta, disminuyendo el tiempo necesario para la producción de un artículo, el valor de este artículo disminuye y recíprocamente, si la productividad disminuye, el valor aumenta. Más, cualesquiera que sean las variaciones de su productividad, el mismo trabajo crea siempre el mismo valor, funcionando durante igual tiempo, sólo que suministra en un tiempo determinado una cantidad mayor o menor de valores de uso u objetos útiles, según que aumente o disminuya su productividad.

Aunque gracias a un aumento de productividad se produzcan en el mismo tiempo dos vestidos en lugar de uno, cada vestido seguirá teniendo la misma utilidad que antes de duplicarse la producción; pero con los dos vestidos se pueden vestir dos hombres en lugar de uno; así pues, hay aumento de riqueza material. Sin embargo, el valor del conjunto de objetos útiles sigue siendo el mismo: dos vestidos hechos en el mismo tiempo que antes en hacer uno, no valen más de lo que anteriormente uno sólo.

Cualquier modificación en la productividad que haga más fecundo el trabajo, aumenta la cantidad de artículos que ese trabajo proporciona y por lo tanto la riqueza material, pero no modifica el valor de esta cantidad aumentada materialmente si continúa siendo idéntico el tiempo total de trabajo empleado en su fabricación.

Sabemos que la substancia del valor es el trabajo y también sabemos que su medida es la duración del trabajo. Una cosa puede ser valor de uso sin ser un valor; basta para ello que sea útil al hombre sin que provenga de su trabajo. Eso es lo que sucede con el aire, con los prados naturales y con la tierra virgen. Un valor de uso sólo tiene valor cuando se le acumula cierta cantidad de trabajo humano. Por ejemplo, el agua que corre en un río, aunque útil para muchas necesidades del hombre, carece sin embargo, de valor; mas si por medio de cántaros o tubos se transporta a un décimo piso, inmediatamente adquiere valor, pues para hacerla llegar se ha gastado cierta cantidad de fuerza humana.

Pero una cosa puede ser útil y producto del trabajo sin ser mercancía. Todo el que con su producto satisface sus propias necesidades, sólo crea un valor de uso por su propia cuenta. Para producir mercancías hay que producir valores de uso, con el designio de entregarlos al consumo general por medio del cambio. En concreto, ningún objeto puede convertirse en valor si no es útil. Un objeto inútil no crea valor porque se ha gastado inútilmente el trabajo que contiene.

CAPÍTULO SEGUNDO

DE LOS CAMBIOS- RELACIONES DE LOS POSEEDORES DE MERCANCÍAS: CONDICIONES DE ESAS RELACIONES: El trabajo del carpintero, del albañil, del minero, crean valor por su condición común de trabajo humano, pero forman una cama, una casa, una cantidad de sal. En suma, diversos valores de uso porque poseen cualidades diferentes. Cada clase de trabajo implica, por una parte, gasto físico de fuerza humana, siendo en este sentido de igual naturaleza y formando el valor de las mercancías y por otra parte, todo trabajo implica un gasto de fuerza humana en una u otra forma productiva, determinada por un fin particular y en este concepto de trabajo útil diferente, produce valores de uso o cosas útiles.

DOBLE CARÁCTER SOCIAL DEL TRABAJO PRIVADO: Al conjunto de todos los objetos útiles requeridos por la variedad de las necesidades humanas, corresponde un conjunto de obras o trabajos igualmente variados. Para satisfacer las diversas necesidades del hombre, el trabajo, pues, se presenta bajo distintas formas útiles y de ahí resultan innumerables industrias.

Aunque ejecutadas independientemente y si relación ostensible – según la voluntad y designio particular de sus productores- las diversa especialidades de trabajos útiles se manifiestan como partes – que se complementan mutuamente- del trabajo general destinado a satisfacer la suma de necesidades sociales. Cada uno de los oficios individuales, que corresponde a lo sumo a una orden de necesidades y cuya variedad indispensable no resulta de ningún convenio previo, forman en su totalidad los eslabones del sistema social de la división del trabajo, que se adaptan a la diversidad infinita de las necesidades.

De esta manera, trabajando los hombres unos para otros, sus obras privadas revisten, por esa sola razón, un carácter social; pero tales obras también tienen un carácter social por su semejanza en concepto de trabajo humano en general, apareciendo la semejanza nada más que en el cambio, es decir, en una relación social que los coloca frente a frente y en una base de equivalencia, a pesar de su diferencia natural.

REDUCCIÓN DE TODA CLASE DE TRABAJO A CIERTA CANTIDAD DE TRABAJO SIMPLE. Las múltiples transformaciones de la materia natural y su adaptación a las distintas necesidades humanas, que constituyen toda la tarea del hombre, son más o menos complicadas. Más cuando hablamos del trabajo humano desde el punto de vista del valor, sólo consideramos el trabajo simple, es decir, el gasto de la simple fuerza que cualquier hombre sin educación especial posee en su organismo. Es verdad que el término medio del trabajo simple varía según los países y las épocas, pero siempre se encuentra determinado en una sociedad dada, es decir, en cada sociedad. El trabajo superior no es otra cosa que trabajo simple multiplicado, pudiendo reducirse siempre a una cantidad mayor de trabajo simple; por ejemplo, un día o jornada de trabajo superior o complicado puede equivaler a dos días o jornadas de trabajo simple .

La experiencia enseña que esta reducción de cualquier trabajo a determinada cantidad de una sola especie de trabajo, se hace todos los días y en todas partes. Las mercancías más diversas encuentran su expresión uniforme en la moneda, es decir, en una cantidad determinada de oro o plata. Por eso sólo los diferentes géneros de trabajo, cuyo producto son las mercancías –y por complicados que ellos sean- se van a reducir a una proporción dada al producto de un trabajo único: el que suministra el oro o la plata. Cada género de trabajo solamente representa una cantidad de este último.

CAPÍTULO TERCERO

LA MONEDA O LA CIRCULACIÓN DE LAS MERCANCÍAS: Las mercancías lo son por ser al mismo tiempo objetos de utilidad y un porta-valor. Así pues, sólo pueden ingresar en la circulación si se presentan bajo doble forma: la suya natural y la del valor. Considerada una mercancía aisladamente como objeto de valor, no puede apreciarse. En vano diremos que la mercancía es un trabajo humano materializado, pues la reduciremos a la abstracción valor sin que la más tenue partícula de materia constituya este valor. En ambos casos, sólo tendrá una forma palpable: su forma natural de objeto útil.

Si se recuerda que en el concepto de valores la realidad de las mercancías consiste en que son la expresión múltiple de la misma unidad social, es decir, del trabajo humano, será evidente que esa realidad puramente social sólo puede manifestarse en las transferencias sociales. El carácter de valor se manifiesta en las relaciones de las mercancías entre sí y sólo en esas relaciones. Como valores, los productos del trabajo revelan en el cambio una existencia social bajo idéntica forma, distinta de su existencia material y bajo formas diversas, como objetos de utilidad. Una mercancía expresa su valor por la circunstancia de poder cambiarse por otra. Dicho de otra manera, por el hecho de presentarse como valor de cambio y sólo de ese modo.

Si el valor se revela en la relación de cambio, este no engendra valor. Al contrario, el valor de la mercancía es el que regula sus relaciones de cambio y determina sus relaciones con los demás. Esto se comprenderá mejor con una comparación: Un bulto de sal es pesado aunque su aspecto no lo indique y menos aún especifique su real peso. Consideremos varias láminas de cobre de peso ya conocido. La forma material del cobre como la de la sal, tampoco es por sí misma una indicación de su propio peso; las láminas de cobre puestas en relación con el bulto de sal, nos darán a conocer el peso de este último. Así pues, la magnitud de su peso, que no aparecía considerado, el bulto de sal aisladamente, se revela al ponerlo en relación con el cobre: Pero la relación de peso entre el cobre y la sal no es la causa de la existencia del peso de la sal. Al contrario, ese peso es el que establece la relación.

De otro lado, la del cobre con la sal es posible porque los dos, aunque sean diferentes por su uso, tienen una propiedad común: el peso. En esa relación, el cobre sólo se considera como un cuerpo que representa peso. Se prescinde así de sus demás propiedades y sirve únicamente como medida de peso. Análogamente, al expresar un valor cualquiera –por ejemplo, quince metros de lino valen un traje- la segunda mercancía sólo representa valor. La utilidad particular del traje no se tiene en cuenta en este caso y sólo sirve como medida de valor del lino. Pero ahí concluye la semejanza. En la expresión del peso del bulto de sal, el cobre representa una cualidad común a ambos cuerpos, pero es una cualidad natural: su peso. En la expresión de valor del lino con el traje, este representa fijamente una cualidad común a los dos objetos, pero ya no es una cualidad natural sino de origen social: su valor .

La mercancía que tiene un doble aspecto -objeto de utilidad y valor- no aparece tal como es, sino cuando se deja de considerarla aisladamente, cuando por su relación con otra mercancía, por la posibilidad de ser cambiada, adquiere su valor una forma apreciable: la de valor de cambio, distinta de su forma natural. No pudiendo las mercancías ir por sí solas al mercado ni cambiarse entre sí, para ponerlas en contacto sus poseedores, tienen que establecer a su vez, mutuas relaciones, de modo que cada quien se apropia la mercancía ajena entregando la propia, por medio de un acto voluntario común. Esta relación jurídica es el contrato mediante el cual las dos personas existen como representantes de las mercancías .

FORMA DE VALOR: En concepto de valores, todas las mercancías son expresivas de la misma unidad –trabajo humano- y pueden reemplazarse mutuamente. Por consiguiente, una mercancía puede cambiarse por otra mercancía. En realidad hay imposibilidad de cambio inmediato entre las mercancías. Una sola de ellas reviste la forma apta del cambio inmediato con todas las demás. Bien sabido es que las mercancías poseen una forma especial de valor: la forma moneda, que tiene su fundamento en la simple forma de la relación de cambio . Se puede decir entonces: quince metros de lino valen un traje, o cincuenta libras de sal valen veinte libras de cobre. Con arreglo a esta fórmula, cualquier mercancía se cambia por otra mercancía diferente de cualquier clase que sea. Así ocurre en los cambios aislados, en que una sola mercancía expresa accidentalmente su valor en otra mercancía también sola.

Hasta ahora no hay más que una mercancía que exprese su valor, primeramente en otra mercancía y luego en otras. Cada mercancía tiene que buscar su forma o sus formas de valor, pues no existe una forma de valor común a todas las mercancías. En la fórmula anterior se dijo que quince metros de lino valen un traje, o cincuenta libras de sal valen veinte libras de cobre. No cambiando la mercancía cuyo valor se quiere expresar –que es el lino- varían las que expresan su valor; ahora un traje, luego la sal, después el cobre. La misma mercancía –el lino- puede tener tantas representaciones de su valor cuantas sean las diferentes mercancías. Y por el contrario, si quisiéramos que una sola representación reflejase el valor de todas las mercancías, tendríamos que invertir nuestro ejemplo de este modo: un traje vale quince metros de lino; veinte libras de cobre valen quince metros de lino; un bulto de sal vale quince metros de lino. Esta fórmula que es a la anterior pero invertida, la cual era a su vez el desarrollo de la forma simple de la relación de cambio, nos da, últimamente una expresión uniforme de valor para el conjunto de las mercancías. Todas ellas tienen ya una medida común del valor –el lino- que siendo susceptible de cambio inmediato con ellas, es para todas las formas de existencia de su valor.

Desde el punto de vista del valor, las mercancías son cosas puramente sociales y por lo tanto, su forma valor debe revestir una forma de validez social. Y la forma valor sólo ha adquirido consistencia desde el punto de vista en que se ha unido a un género especial de mercancías, es decir, a un objeto único universalmente aceptado. En principio, este objeto único forma oficial de los valores, podía ser una mercancía cualquiera pero la especial con cuya forma propia se ha confundido paulatinamente el valor, es el oro. Si se substituye de nuestra fórmula el lino por el oro, se obtendrá que la nueva forma de valor es: todas las mercancías se reducen a cierta cantidad de oro.

Antes de conquistar históricamente este monopolio social de forma del valor, el oro también era una mercancía como todas las demás y solo porque representaba previamente el papel de mercancía al lado de otras, hoy actúa como moneda frente a las demás. Como cualquier mercancía, el oro se presentó primero accidentalmente en cambios aislados y poco a poco funcionó después y en una esfera más o menos limitada, como medida general del valor. Ahora los cambios de productos se realizan exclusivamente por mediación suya. La forma moneda del valor aparece hoy como su forma natural. Al decir que la sal, el cobre, el traje se refieren al lino como a la medida de valor, como a la encarnación general del trabajo humano, salta inmediatamente a la vista lo peregrino de la proposición; mas, cuando los productores de esas mercancías las refieren al oro o a la plata, en lugar de al lino, lo cual en el fondo, es lo mismo, la proposición deja de sorprenderles. No parece que una mercancía se haya convertido en moneda porque las demás expresen en ella su valor, sino al contrario, que las mercancías expresan en ella su valor, porque es moneda. Esto nos lleva a la conclusión que “sólo cuando son útiles las mercancías, pueden presentarse como valores antes de manifestar su utilidad” .

MEDIDA DE LOS VALORES- LA FORMA DE PRECIO: La primera función del oro consiste en suministrar al conjunto de las mercancías, la materia en que expresan sus valores como productos de cualidad igual y comparables, por consiguiente, en el concepto de cantidad. Así es como desempeña el papel de medida universal de los valores. Pero no es el oro convertido en moneda lo que hace a las mercancías conmensurables sino al contrario, porque estas son conmensurables –siendo de igual cualidad en concepto de valores y fuerza materializada de trabajo- , pueden hallar juntas su magnitud de valor en una mercancía convertida en medida común. Esta medida de los valores, merced a la moneda, sólo es la forma que debe revestir necesariamente su medida efectiva, que será en todo caso el tiempo y el trabajo .

CONCLUSIÓN

DEL CAPITAL AL NEOLIBERALISMO: Todo el discurso filosófico relacionado con el capital y su incidencia en la vida del hombre por ahora ha sido superado por nuevas tendencias y teorías que amparadas por conceptos de la política –como por ejemplo, democracia y libertad- se abrieron paso en el mundo de la competencia y generaron la mayor desigualdad económica que seguramente Marx nunca imaginó. Hoy, la economía se rige por los principios de eficiencia, eficacia y libre mercado, entre otros. La eficiencia de manera fría, está relacionada con la oferta de bienes y la eficacia, con la demanda de productos que están siendo requeridos .

El único poder capaz de obtener a todos los demás, es el económico y en tal virtud todos los conceptos humanistas se encuentran congelados por no adaptarse a las conveniencias del sistema imperante cuyo único fin es la acumulación lujuriosa, alejada de la solidaridad. ¿Es posible entonces que el mundo esté necesitando el regreso de Marx?

Acerca del autor:

De: José Luis Cadena Montenegro
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
SEMINARIO MONOGRÁFICO DE FILOSOFÍA POLÍTICA

MARX HOY

Doctorante: JOSÉ LUIS CADENA MONTENEGRO,M.Sc.
jlcadenam@yahoo.com
CATEDRÁTICO: Doctor Cesáreo Morales
México D.F. noviembre de 2004.

Fuente: de Articuloz.com
 
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